Alguien comienza el proceso  de  una obra, mucho  antes  que  el arquitecto comience a reflexionar o a rayar papeles en blanco. Se trata de un visionario, también llamado  promotor o  cliente. Alguien  que piensa en materializar sus sueños, sus necesidades , sus anhelos. Este primer  paso del  visionario es ajeno al arquitecto y es también la etapa más trascendental del “proceso”. El “proceso”. El “proceso” de crear. De imaginar. ¿Como explicar un sentimiento sin  escribir poesía?. En realidad no puedo describir mi trabajo sin referirme a sentir. Tras más de 25 años de ejercicio profesional, cada trabajo que comienzo es un nuevo curso , una nueva oportunidad de buscar la esencia. No podría vivir sin ejercer mi   profesión.   Es pura pasión. Es   la “atracción   del abismo “.  Pero contrariamente a lo que pareciera, las experiencias previas, los   procesos anteriores, hacen   que el siguiente proyecto sea más difícil que los anteriores. La sensatez de la experiencia y el conocimiento de errores previos, hacen que el “proceso”  evolucione hacia resultados   más racionales, buscando ese equilibrio entre concepto y solución formal,   entre   función y   forma, entre coste y eficiencia. El “proceso” define y describe la solución, siendo la obra el resultado final de la solución. El método. El   método   del    “proceso”. Desde el   principio   colaboración total y absoluta con el visionario. Reuniones previas, exposición  de   soluciones ya   desarrolladas,   continuas revisión de programas funcionales, análisis de   costes, elección de materiales, hasta conseguir definir que es lo que queremos. A que   destino   queremos que   el viaje del “proceso”   nos lleve.   Y ese viaje deben realizarlo juntos desde el principio hasta el final quienes lo comenzaron: visionario y arquitecto. Definido el objetivo, el “proceso” debe dirigirse a definir y  describir   una solución, unificando en esa amalgama que llamamos diseño, lo técnico y lo creativo. Los dos deben ser complementarios, y lejos de ser antagónicos , el “proceso” se  enriquece   mientras ambos   interactúan. ¿ De que nos sirve una solución que no puede   construirse?.  ¿ De   que nos sirve una solución demasiado cara para lo que se estableció en el objetivo?. ¿ De que nos   sirve una   solución que   define   una   obra que no puede mantenerse en el tiempo?. En mi “proceso” los   condicionantes técnicos   están   presentes   desde un principio, y los ingenieros colaboradores calculan , pero no diseñan. Para poder obrar de este modo es imprescindible que el arquitecto tenga una amplia formación y   experiencia en   todas las disciplinas técnicas: estructura, instalaciones sanitarias, electro-mecánica, costes, procesos constructivos  etc. Honestamente he de decir, que todas  las  grandes o bras   tienen a un visionario tras ellas. Algunas, incluso , tienen un arquitecto que supo definirlas porque supo entender y satisfacer al visionario. Es la clave del éxito: el arquitecto al servicio del visionario, del promotor , del cliente.
Alguien comienza el proceso  de  una obra, mucho  antes  que  el arquitecto comience a reflexionar o a rayar papeles en blanco. Se trata de un visionario, también llamado  promotor o  cliente. Alguien  que piensa en materializar sus sueños, sus necesidades , sus anhelos. Este primer  paso del  visionario es ajeno al arquitecto y es también la etapa más trascendental del “proceso”. El “proceso”. El “proceso” de crear. De imaginar. ¿Como explicar un sentimiento sin  escribir poesía?. En realidad no puedo describir mi trabajo sin referirme a sentir. Tras más de 25 años de ejercicio profesional, cada trabajo que comienzo es un nuevo curso , una nueva oportunidad de buscar la esencia. No podría vivir sin ejercer mi   profesión.   Es pura pasión. Es   la “atracción   del abismo “.  Pero contrariamente a lo que pareciera, las experiencias previas, los   procesos anteriores, hacen   que el siguiente proyecto sea más difícil que los anteriores. La sensatez de la experiencia y el conocimiento de errores previos, hacen que el “proceso”  evolucione hacia resultados   más racionales, buscando ese equilibrio entre concepto y solución formal,   entre   función y   forma, entre coste y eficiencia. El “proceso” define y describe la solución, siendo la obra el resultado final de la solución. El método. El   método   del    “proceso”. Desde el   principio   colaboración total y absoluta con el visionario. Reuniones previas, exposición  de   soluciones ya   desarrolladas,   continuas revisión de programas funcionales, análisis de   costes, elección de materiales, hasta conseguir definir que es lo que queremos. A que   destino   queremos que   el viaje del “proceso”   nos lleve.   Y ese viaje deben realizarlo juntos desde el principio hasta el final quienes lo comenzaron: visionario y arquitecto. Definido el objetivo, el “proceso” debe dirigirse a definir y  describir   una solución, unificando en esa amalgama que llamamos diseño, lo técnico y lo creativo. Los dos deben ser complementarios, y lejos de ser antagónicos , el “proceso” se  enriquece   mientras ambos   interactúan. ¿ De que nos sirve una solución que no puede   construirse?.  ¿ De   que nos sirve una solución demasiado cara para lo que se estableció en el objetivo?. ¿ De que nos   sirve una   solución que   define   una   obra que no puede mantenerse en el tiempo?. En mi “proceso” los   condicionantes técnicos   están   presentes   desde un principio, y los ingenieros colaboradores calculan , pero no diseñan. Para poder obrar de este modo es imprescindible que el arquitecto tenga una amplia formación y   experiencia en   todas las disciplinas técnicas: estructura, instalaciones sanitarias, electro-mecánica, costes, procesos constructivos  etc. Honestamente he de decir, que todas  las  grandes o bras   tienen a un visionario tras ellas. Algunas, incluso , tienen un arquitecto que supo definirlas porque supo entender y satisfacer al visionario. Es la clave del éxito: el arquitecto al servicio del visionario, del promotor , del cliente.
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